miércoles, 15 de abril de 2009

EL INFIERNO III

A ciegas -Federico Taboada


Y el salió en su búsqueda porque como siempre era él quien buscaba sus brazos, era él quien buscaba sus labios, era él quien buscaba su mirada, su voz, su piel, quien se arrastraba por su amor. Que se hacía el sufrido con sus amigos, el pobre desdichado que no lo pelaban. Y nuevamente se topó con que le daba igual su presencia o así lo sentía el "pobrecito". Eso lo molestaba, lo irritaba, lo llenaba de ira al ver como era tan feliz e indiferente ante su dolor, mas el hecho de saberse impotente, incapaz de hacer nada; solamente someterse a la escasa atención que recibía. Sentía una locura de celos incluso de sus propios amigos. Nada cuerdo pasaba por su cabeza, era una necesidad desmedida por poseer su cuerpo ahí mismo, si por el fuera no permitiría que nada ni nadie se interpusiera, los alejaría a todos, a todos con tal de estar a solas con el objeto de su amor. El mundo no le importaba, nada importaba, nada mas que esos bellos ojos por quien él moría.

El deseo era tan grande como la frustración, tuvo que mojarse las ganas en alcohol, no le quedaba de otra. Aguardando la oportunidad de abordar a su presa, de desgarrarle sus ropas y poseerle en cada beso. Sus fantasías no se aguantaban, inquieto se movía para ganar su atención, se acercaba cual perro jarioso, le bailaba, le buscaba seducir. Pero siempre ha sido torpe para esos actos, nació bueno para enamorarse pero malo para enamorar. Al fin de cuentas, mas que bestia era humano y se reprimía, había que dejar buena imagen a los presentes, o al menos no tan indiscreta. Quería ser sensato y racional, pero estaba enamorado y no pasaba de pendejo.

Aguardó toda la noche hasta que llegó la madrugada, ya que todos los demás se habían ido, que todo el alcohol se había terminado y quedaban frente a frente como él así lo había esperado. Ebrio, cansado, jodido y con sueño pero ahí estaba, como siempre lo ha estado. Dejó de callar, dejó de esperar y fué por lo que quiso. Tomó el control de la situación, se fueron lejos de las miradas de los otros pero sin perderse de ellas, siempre han sido medio exhibicionistas. Se pusieron a platicar mientras le daba besitos de nena penosa, tan caliente y tan lento para actuar como si posarse en su hombro le quitara todo el cansancio y el oir su voz le sofocara sus ansias, ¡pobre conformista! Está tan idiota que no le importó que los mosquitos los estuvieran picando, se nota que el amor es un buen anestésico. O quizás siendo que él es otro insecto buscando picar no le iban a molestar, tampoco le importó el sonar de los cantos del templo que iniciaban la mañana que después de un rato, como por iluminación, inauguraba lo bueno. La mañana los tocaba y tuvieron que huir todavía mas de las miradas como cobardes que son, a una pared oscura donde, de las sobras de la noche, él por fin obtuvo mas y se sació completo de su cuerpo. De rodillas suplicaba amor, con sus manos rogaba cariño mientras le recorría su piel y en su boca recibía el trago amargo y fugaz de la felicidad. Recargaron sus cabezas en el hombro del otro, retornaron a la decencia, tomaron un último trago y se retiraron. Hoy es domingo de resurección.


Lex

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