miércoles, 11 de agosto de 2010

FUEGO


Basado en hechos reales.

No suelo escribir en este blog anécdotas personales, pero esta será una excepción. No puedo dormir, me duele la cabeza; y solo si narro la historia de lo que me ha acontecido este día pueda aclarar mis ideas y quizá logre conciliar el sueño. Son cerca de las 5:00am del 11 de agosto del 2010, acabo de ir al baño a orinar, encontré un poco de sangre a lado del interruptor de la luz; salgo del baño y veo una mancha de sangre en el suelo, no muy grande pero para mi algo grotesca. Me siento a seguir escribiendo y esa mancha sigue ahi cuando volteo a mi izquierda acompañandome. Afuera en el pequeño jardín que da a la entrada de la casa hay vidrios de botellas rotas. Mi casa es un desmadre, el orden fue alterado y a mi no me pasó nada, no me pasa nada mas que un dolor de cabeza y un poco de insomnio. Me levanté por un poco de agua y a tomar dos aspirinas, noté tambien una camisa ensangrentada sobre un sillón, el mismo que tiene pequeñas manchas que solo se notan con un largo silencio como este. Pienso y medito sobre todas las acciones de este día y como por azar, suerte, Dios o no se que carajo dió como resultado sólo un estado alterado, un poco de estres suficiente para ponerme aquí sentado a escribir y escribir  hasta sentirme cansado; a escribir tanto hasta poder volver a subir a mi cuarto y dormir nuevamente.

Fue por la mañana cuando me levanté tarde, como buen desempleado, buscando en las redes sociales tan subsecuentes maneras de entretenerme en estos días tan poco inactivos. Había quedado de salir a mediodia a mi facu, me habia quedado de ver con amigos para ver lo de un proyecto. El compromiso remitia ante la güeba de quedarse echado viendo la tele. Finalmente me quede para ser abarcado por un sentimiento de placidez que nuevamente sería confrontado con la culpa de estar en la desidia. Mis impulsos vanidosos me tomaron y mi cuerpo haragán cobró fuerza para hacer un poco de ejercicio. Mi rutina me tomo un buen rato y el elevar mis límites produjo un cansancio excesivo a mis piernas. Me bañé y comí, me tomó otra vez la indecisión. Nacía en mi un amplio y ahora lejano deseo de asistir a ver una obra de teatro pero los horarios tan cercanos que presionaban mi parsimonia, los largos ratos esperando parado un camión, los numerosos pasos e insistentes escalones hasta llegar a la sede de mi cita, así como ejecutar esta odisea en solitario; terminaron por doblegar mis piernas cansadas e inútiles. Volví a la rutina de un dia común y olvidable hasta llegar la noche que cambiaría todo sin saberlo.

Llegó mi compañero de casa con algunos de sus amigos y cerveza que terminó invitandome. Apático como siempre y arísco a nuevos contactos sociales, me negué. Siempre ha resultado de mi desagrado la presencia grupal de alcohólicos que no pueden esperar al fin de semana. Despues de saludos insípidos forzados por los modales, terminaron tomando afuera de la casa. Dejaron la puerta abierta y mientras yo perdía mi tiempo en la computadora, podía escuchar sus conversaciones vanales. Alberto alardeaba de sus técnicas en las cartas y los invitaba a jugar; nada inhábil siempre se ha sabido manejar para juegos del azar de los que siempre he considerado para gente tonta y mediocre que sólo busca el dinero fácil. Tomar en la calle era otra forma de alardear de mi compañero de casa, pero el manejaba de excusa el calor que azotaba el lugar e incluso ante las claras normas que impedian tales acciones el las reducia a practicamente nada. Después de escuchar un ego tan inflado, quedé harto y me retiré a mi cuarto. Me preparé para dormir, cerré las ventanas para evitar seguir escuchando desde afuera tanta presunción y encendí el aire acondicionado. Por lo regular dejo la puerta con seguro para evitar futuras molestias pidiendome condones o cigarros o alguna otra pendejada, pero esta vez, esta vez quien sabe porque no lo hice así. Y fue el ultimo detalle que pudo haber dejado mi vida a salvo.

Antes de seguir escribiendo volví a voltear, la mancha continua ahí parece que se esta secando como deseando dejar cicatriz en el suelo. Son casi las 6 de la mañana, ha pasado una hora desde que comencé a escribir. El tiempo se me ha ido volando, la cabeza ya no me duele y quisiera dejar esta historia hasta aquí. Pero siento que sino sigo al cerrar los ojos, todo lo que ya escribí sería en vano, todo lo que escribí podría ser borrado, sería comido por el olvido, por la norma de no mirar al pasado.

Era como la una de la madrugada cuando entró precipitadamente a mi cuarto un chavo. Jesús compañero de la facu de mi rommie y único conocido de todos los que estaban tomando. Se veía alterado, inmediatamente me dijo que habían llegado unos tipos a armarla de pedo. No comprendí en ese momento que quería decir, soñoliento y semidesnudo me levante para escucharlo. Miró entre las persianas sigilosamente lo que acontencía afuera y también me acerqué a ver. Tal vez por lo débil de mis ojos yo solo veía un carro blanco. El no me supo explicar que querían, pero por lo alterado que se veía nada bueno. Me pidió que llamara a la policia mientras le ponía seguro a mi cuarto y apagaba la tele simulando que no había nadie. Se movía de un lado a otro, mientras el número que marcaba no contestaban. Volví a intentarlo hasta que por fin me atendieron, me preguntaron en que me podían ayudar. Son esos segundos en los que te quedas trabado, bloqueado y no sabes que hacer o que decir. Pero sabes que no puedes quedarte así, porque cada segundo cuenta. Agarré coherencia de las pocas neuronas despiertas y le expliqué lo escaso que me comunicaban en ese momento.

-¿Cuántos son? -me preguntaba la señorita-
-¿Cuántos son? -le preguntaba a Chuy-
-No lo sé. Como 4 o 5.-dijo él-
-5 -le respondí a la operadora-
-¿Están armados? -me preguntó-
-No lo sé ¿están armados chuy?
-No sé.-me dijo mientras se asomaba por la ventana-
-No creo que no -le dije a la señorita que me atendía-
-Dile que sí estan armados.-me dijo Chuy confirmandolo angustiadamente-
-Si, si estan armados.

Después de otras preguntas tontas, me pidió la dirección, mi nombre y mi teléfono. A veces pienso como se dan el lujo de pedir tanto información cuando uno está en plena crisis; pero me cuestiono mas la facilidad con que sin dudar uno accede a ese interrogatorio aferrándose a que puede salvarte la vida. Terminé la llamada con la única esperanza que llegara una patrulla. La voz de la operadora había cesado cuando inmediatamente escucho otras voces subiendo las escaleras. Entraron al cuarto a lado del mío. Se escuchaba como alborotaban todo para ir posteriormente a intentar abrir el cuarto enfrente del mio, el de una chava que para su fortuna no se encontraba presente. El cuarto de enfrente estaba cerrado y se escuchaba como lo forzaban para abrirlo. Chuy se alteraba, y con toda razón, después de ese cuarto muy probablemente seguiríamos nosotros. Traté de calmarlo en silencio, mientras me ponía un pantalón y buscaba a oscuras en un cajón una navaja que tenía.

-¿Que buscas?-me preguntó quedito-
-Mi navaja-en ese momento la encontré y se la mostré-
-¿Sabes usarla?
-Sí

La verdad es que no sé usar navajas pero para mi cualquier elemento extra, incluso un cuchillo tan pequeño como el que traía podría llegar a ser útil. Juan se alteró buscaba donde esconderse en un cuarto tan chico y yo esperaba, escuchaba los ruido de la puerta de enfrente golpeada. Se escuchó un grito, al parecer el que intentaba meterse no pudo abrir la puerta y pidió ayuda de alguien mas, que se oía como subia y ya entre los dos pudieron entrar. Finalmente esperaba el momento, en cuanto terminarán de saquear ese cuarto, seguiría el nuestro. En mi cabeza confiaba, como pobre iluso, en que llegara la policía a tiempo. Mientras mi asustado compañero buscaba esconderse o me planteaba hacernos los dormidos, en mi mente se ejecutaban rapidamente miles de escenarios. Para increible fortuna nuestra, ni siquiera se escucho el llamado de la manija, nada. Los sujetos que habían entrado tan pronto acabaron con el otro cuarto les gritaron para que bajaran. Pasaron algunos minutos entre pánico latente y una profunda calma exasperante, viendo por las persionas siluetas que iban abordado varios carros, pero por la mala visibilidad no alcanzamos a distinguir quien era. El sonido de las puertas y los motores arrancando afirmaba que era mas de un carro el que se retiraba.

Despues de un breve momento, tal vez de manera imprudente, me aventuraba a abrir la puerta. Con un leve vistazo a los cuartos, ví que las luces estaban encendidas. Me arriesgue a entrar en cada uno, con el miedo de que alguien de los asaltantes todavía pudiera encontrarse ahí, para mi fortuna no habia nadie. Decidí bajar las escaleras los músculos se me tensaron al reconocer que abajo estaba oscuro. Con un frío paso tras otro, pude ver a una persona. El instinto natural sería alejarse, correr, escapar, o gritar; lo que yo no entiendo es: ¿como bajé con esa naturalidad y confianza?

La persona que vi estaba ensangrentada, tanto que incluso entre la fuerte oscuridad se le notaba. Era uno de los chavos que estaba tomando. Se veía desconcertado, le pregunté por los demás, por los hechos. Sólo sabía que se habían llevado al resto, los habían levantado. Los asaltantes, y ahora secuestradores, ya no estaban. A pesar de lo grave de la situación con saber que ya no estaban se calmo mi tensión un poco. Prendí la luz de abajo, lo ví con mas claridad al chavo. Le habían roto el tabique y seguía sangrando, tenía otras heridas en la cabeza pero eran mas leves. Como quiera se veía muy mal. Verifiqué afuera y no vi nada. Puras botellas rotas de cerveza. Volví adentro y me tomé un momento para organizar en mi cabeza el orden en que debía proceder. Cuestioné al chavo que estaba sangrando. Le pregunté su versión. No pudo decirme mucho, al parecer el estaba dormido cuando lo agarraron a madrazos, pensaron llevarselo también pero por alguna razón lo dejaron. Al parecer estos sujetos eran cuatro, llegaron en un carro rojo y los amenazaron con un famoso cuerno de chivo y metralletas, los asaltaron, les quitaron sus pertenencias. Entraron a la casa para ver que mas agarraban pero al sospechar que alguien los observaba afuera se fueron rápido con lo que pudieron en tres carros: en el rojo que venian, el de Alberto y el de otro chavo de los que estaban tomando. Salía varias veces a la calle en la espera de la policía y con el peligro de que pudieran regresar. 

Un error nada mas, un error nada mas por hacer algo tan común e indiferente como salir a la calle sabiendo a lo que te expones pero decidiendo ignorarlo, un error del que te arrepientes, un error que se siente. ¿Pero qué se siente? Húmedo, sientes la nuca húmeda como si sudaras, como si estuvieras mojado. Pero cuando tocas con tus manos y ves con tus dedos, no es sudor sino sangre en tus dedos. Un rojo escandaloso resultado de un canotazo como símbolo de lo que sucede mientras regresas a la conciencia desconcertado. No duele, no hay dolor, tal vez la adrenalina que te arrebata de tu habitación y te pone en un carro con la camisa subida tapandote la cara y una voz compasiva entre un hedor marihuano y cubierto de cocaina que te dice que si te portas bien te perdonará la vida, y el sudor frío, y la sangre roja, un rojo que habla, que dice lo que uno se calla. Eso se siente. No hay lágrimas ni súplicas, ni clichés donde pasa toda tu vida por tu cabeza. Sólo la espera y la obedinecia con una fiel creencia que no será el final. 
Luego te arrodillan, lejos en un lugar deshabitado, donde tu muerte no será escuchada, donde dejaste de existir desde que estás ahí. Con el arma fría en tu cabeza y un pie en la espalda te sueltan y te gritan que corras y que si volteas te matan. Si le ves la cara te mueres. Piensas por un instante pesimista, en que ni siquiera te conviertes en estatua de sal, solo te mueres y ya.

La policía llegó una hora después, tomó unas breves notas en una libreta cualquiera y se fué. Entras en una avenida a oscuras y no sabes que hacer, sin dinero, sin poder llamar a alguien, sin saber si los otros están bien, o si los convirtieron en la nota roja de algún periódico, la avenida se hace larga y temible, unos balazos se escuchan a lo lejos.  Los carros pasando indiferentes, el auxilio samaritano se hace cobarde ante la posibilidad de verse involucrado. Y al final despues de una larga jornada vuelves a la casa, a ese santuario que ahora está profanado, esas paredes que proveían paz y ahora están manchadas de rojo. Unas horas escribiendo y un par de cajetillas de cigarros eso me costó este evento, toda una ganga. Un día despues hay una veladora encendida. Fuego, eso es lo que hay, fuego eso es lo faltó y lo que evitó una tragedia peor. Más de las 7, iré a dormir.


The Dandy Alex

miércoles, 4 de agosto de 2010

Y SIN EMBARGO

Te vas, vuelvo a ser miserable.
Te vas, viendo la discordia
de mi alma por poseerte.
Y tu solo sonries.

Sé que es falso, no te creo,
no creo que sonrias,
no creo que vivas.
Lloras en la cama

eso lo sé con mi alma.
Sobrevives con una sonrisa
tan falsa y mediocre
como la mia.

Tanto te aborrezco,
por ser mi reflejo
sucio y molesto
negando el haberno.

Solo deseo que desaparezcas,
semilla de la ira
para disfrutar a capella
de mi miserable vida.

Volver a esos dias,
en los que me era indiferente
si sufrias. Y yo vivía
sin mezclar contigo mi agonía.

Sufro y lloró,
sin embargo vivo.
Sufres y callas,
ojalá que mueras.

The Dandy Alex.

martes, 3 de agosto de 2010

INCRÉDULO



Voy con singularidad
desechando los rastros
de tu habilidad
para ocultar la verdad.

Viviendo lo vago
de los engaños
que le haces al espejo.

Y no puedo creer
lo que tu quieres creer,
no porque no lo deseé
sino por su falso alarido.

Ahí estas tu
negando su existencia
cuando en el fondo lo deseas.

Ahí estoy yo
creyendo en lo que detesto,
poniendo en ti mi anhelo.

Se entreteje una cruel ironía
baila, se disfraza y se complace
entre los dos.

Quiero odiarte y no puedo,
dejar de amarte con esmero.

Pero tan triste como gota dulce
contracorriente,
termino en oceano siniestro.
Me hundo en tu recuerdo.

Mi lengua es fuera de mi boca,
cortada fue convertida
en pluma filosa.

Callado estoy al llamar a tu puerta.
Las letras te gritan con toda su tinta
en esos blancos callados,
que me complace no puedes oir.

Un suspiro lanza mi alma
al vacio.
Quieto mi cuerpo queda ya,
inmóvil como estatua de sal.

Arrastra mi alma maldita
un llanto de auxilio,
yo me quedo fumando un cigarrillo.

¡Que muera el alma, que muera!
¡Que muera mi alma, que muera!

Si tu ya no crees en el amor
¿para qué lo tengo vivo?

Si creer en ti, yo ya no
¿por qué todavia existo?

Mejor me fumo un cigarrillo.

The Dandy Alex