viernes, 17 de abril de 2015

COCUYO

Abracé el cielo
en el dulce anhelo que lanzó un suspiro,
del tibio río de tus ojos negros.

Amé el tocarte
en el instante profundo de un augurio,
murmullo fugaz de eternidad rapaz.

Morí al dejarte
en los brazos amantes y violentos
del estruendo y desdichado mar salado.


Ahora te veo de lejos amor mío...


expío pecados cual pétalos de rosa,
clavo cuchillos en pechos amargos,

muero iracundo en celos que consumen
como lumbre de volcán en orgasmo

deseando sostener tus alas de Ícaro,
sollozando un beso tuyo,

ese cocuyo, salvaje, silvestre,
cual suave vientre
de noches solemnes.

A. G.