jueves, 5 de julio de 2012

ESTO ES POLÍTICA SEÑORES

He de admitir que los cuatro candidatos que se postularon no me convencieron o no me sentí representado. Sus posturas ante temas de gran relevancia me parecieron pobres, inciertas, ambiguas, débiles. Discursos repetitivos, automáticos, demagógicos, con sonrisas falsas y plásticas; en fin, la instrumentalización clásica de cualquier político en contienda. Mercadotecnia simple ante la venta de un producto de baja calidad a un alto precio por falta de otras opciones. A mi parecer ninguno le llegó a la silla presidencial, a todos les queda muy grande el saco o la banda por igual. Pero ni modo, eso es lo que teníamos, eso es lo que ofrecieron los partidos y nuestras instituciones como vía de representación en esta democracia. Estoy de acuerdo en que las exigencias que tengo y considero de la mayoría de los mexicanos no son imposibles pero al menos son difíciles de complacer y por un largo periodo difícilmente cambiará. Un candidato a la altura de mis ideales y exigencias está más cerca de lo divino que de lo mortal.
Aclaro que nunca he sido un ciudadano afiliado o con preferencia definida por un partido político. He buscado en la medida de lo posible ser lo más objetivo posible aunque no dudo que me he equivocado, y pueda seguir haciéndolo, al final de cuentas no hay otro modo de aprender. Y bajo esta premisa he buscado ejercer mi derecho al voto en preferencia por quien considere el mejor proyecto, la opción más viable o competente para las demandas sociales que percibo.
He estado rodeado de distintos personajes en mi vida que me han tratado de influir. Pasando por unos padres conservadores y panistas, amigos abiertamente comunistas, profesores de izquierda, sindicalizados priistas, conocidos de derecha e incluso quienes son ajenos a todo este teatro y lo definen con sobra de evidencia como asqueroso. Estoy agradecido de haber aprendido de todos ellos pues he podido sintetizar algo significativo: nadie tiene la verdad. Todo es muy subjetivo, es muy fácil llevarse por la postura que tenemos y percibir la realidad acorde a lo que uno cree, aferrarse a sus ideales y rechazar de entrada el juicio o la opinión de los demás. Y ante la falta de objetividad aparente solo queda valerme de mi propia subjetividad, lo que yo creo y defino como propio. He buscado tomar en cuenta los errores de los demás para no caer en ellos y las ideas que he considerado verdaderas sin mayor margen de validez que mi propia percepción y las evidencias que me arroje mi realidad. Pero con la esperanza de no cegarme ante mi propia subjetividad y estar abierto a las posibilidades, a ese espectro en el que como humano que soy puedo caer en el error.
Nunca mostré mi agrado o complacencia por el candidato Andrés Manuel López Obrador. Él nunca me pareció un candidato ejemplar. No voté por él en 2006 y si voté por él en 2012 fue por lo que su proyecto representa, o al menos a medias, y no porque él me convenciera del todo. La verdad hubiera estado mejor representado a mi parecer con un candidato como Marcelo Ebrard. AMLO y los actos del 2006 lo dejaron muy mal parado al inicio de las elecciones pero se logró recuperar y con grandes expectativas de triunfo hacia la cuesta final de las elecciones. El problema es que cayó en la trampa del PRI quien revivió el fantasma del fraude y él lo aceptó pasando de un discurso amoroso y conciliador a uno paranoico y de complot. Otro error fue en el segundo debate programado por el IFE donde tuvo una oportunidad enorme de brillar por encima de Peña y la desperdició. Tuvo oportunidad de formar acuerdos con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de Javier Sicilia y se mostró caprichoso, indignado y resentido con la crítica que le hacían. AMLO tuvo oportunidades de ganar más adeptos a su causa, de ganar votos, de superarse, pero no lo hizo. Se notó terco, sin capacidad de autocrítica o de aceptar opiniones diferentes a las de él. También su imagen física no denotaba la misma chispa, la misma fuerza que en el 2006, se veía cansado, apagado. Y ante dos candidatos con altas cantidades de maquillaje, gel para el pelo y photoshop es dificil verse bien, no digo que había que usar las mismas artimañas pero una manita de gato hubiera ayudado, él se descuido. El PRI hizo de las suyas pero AMLO también tuvo la culpa.
El PRD, el partido independientemente de AMLO, ha logrado consolidarse como una fuerza y con unos ideales que me parecen van mas acordes a mi manera de pensar y de sentir. Aún hay desconfianza de mi parte pues sus orígenes residen en el PRI y aún tiene en el asilo algunos de sus dinosaurios. El PRD nunca ha sido monedita de oro, tiene prácticas corruptas y autoritarias como todos los partidos. El PRD nunca ha sido de izquierda, o al menos no una izquierda completa como muchos me lo han querido hacer ver. Así como el PAN no es un partido de derecha y tampoco el PRI un partido de centro. Etiquetar a las principales fuerzas políticas es forzado e inadecuado. Las identidades de los partidos difícilmente coinciden con la percepción que se tienen de ellos. El problema radica en la ideología predominante más que en su verdadera esencia o constitución. El PAN por ejemplo por sus orígenes es un partido de índole liberal aunque se maneje bajo principios conservadores y afines al Yunque como el hecho de estar en contra del aborto y matrimonios homosexuales. Lo que quiero decir es que los partidos como sus candidatos son contradictorios. Tienen muchos contrastes y es fácil ver los claroscuros que uno quiere o que le conviene. Y tanto como izquierda como derecha arrastran los fantasmas de sus pasados respectivos.
De Josefina Vázquez Mota siempre me cuestioné lo “diferente” que es. Desde un principio de su campaña tomó a simpatizantes calderonistas en su bastión. Siempre que le preguntaron si era diferente subrayaba hasta el hartazgo el contraste de su partido con el PRI o PRD. Jamás a mi parecer pudo definir en que era diferente de Calderón. Sus propuestas quedaron empañadas por sus ataques a otros partidos y a Elba Esther. No es posible que Peña hubiera hecho mejor promoción del programa Oportunidades que ella. Si hubiera podido definir que la haría “diferente” al gobierno actual posiblemente hubiera tenido mayor trascendencia. Ante un pueblo lastimado por tanta violencia e inseguridad nunca se molestó siquiera en tomar esto como el punto principal de lo que le demandaba la sociedad. Pensar que una mayoría mexicana estaba de acuerdo en seguir las mismas políticas que habían dejado al país en las condiciones actuales no solo era insensato sino estúpido si quería en verdad ganar estas elecciones. Lamentablemente Josefina por muy mujer que es, nunca pudo desprenderse de las faldas de Calderón. Si a eso le sumamos que su partido ya estaba fracturado, débil y el apoyo que tenía por sus diligentes era escaso o no se veía el compromiso o incluso la traición por el apoyo descarado al candidato de la oposición. Todo era una crónica anunciada de su derrota.
De Peña Nieto sobra decir cualquier cosa. No se habló tanto de nadie más en seis años y en los que vienen en el país que de cualquier otro personaje a mi parecer. De su partido puedo decir que si bien es cierto que sus dinosaurios no se han extinguido, si se han refugiado muy bien. Acepto mi profundo rechazo hacia lo que el PRI y Peña representan pero no se puede negar que el PRI ha diferencia de otros partidos sabe hacer política.
¿Y qué es hacer política? Hablamos de jugar sucio, jugar rudo. Eso es política. La política buena, pura de nobles intenciones es absolutamente utópica. La buena política como el buen sexo sino es sucio no es bueno. El PRI tomó las debilidades del sistema democrático actual y las aprovechó. Supo jugar bien sus cartas.
El complot con los medios de comunicación es cierto. El proselitismo político a favor de Peña Nieto por las encuestas es cierto. El sesgo informativo es cierto. La compra de votos es cierta. El robo de urnas es cierto. El derroche millonario es cierto. Los sindicalizados o que buscan planta sometidos a los intereses de sus dirigentes, es cierto. El mapachismo es cierto. La corrupción del PRI, de sus lideres, de su manipulación, de su cochinero con Gordillo, todo es cierto. ¿Qué no es cierto? Que Peña Nieto se haya impuesto solo por venderse bien en televisión. Él es la imagen y está encerrado en una burbuja. No se ensució las manos en el proceso electoral ni lo haría, el trabajo sucio lo hacen otros. Y al final de cuentas independientemente de eso, el que lo eligió fue el ciudadano. Por mas sesgo informativo y por más bueno y guapo que lo vendieron en los medios, el ciudadano votó por el. La culpa es del mexicano, de nadie más que de su propia ignorancia o cinismo. Las televisoras lo querían imponer pero el lápiz lo tenía en su poder el ciudadano. Pensar que solo es culpa de Televisa el tener un presidente iletrado es subestimar a nuestro país. Hay que admitir que los otros partidos, los otros candidatos no llenaron expectativas, no levantaron suficiente. Les faltó. Fue una suma de factores: un IFE débil o complaciente ante los partidos, un complot entre medios y el PRI desde hace seis años, encuestas con favoritismos, un pacto de Calderón y el PRI, un PAN fragmentado, débil, corrompido y desgastado; un AMLO cansado sin la misma chispa del 2006 y arrastrando resentimientos.
No niego que hubo fraude, lo hubo, lo hay y lo seguirá habiendo. Es parte de la política. Pensar en un país sin corrupción, sin fraudes, es pensar en un país perfecto que no existe ni existirá. El juego sucio del PRI subraya las debilidades de nuestra democracia joven y las áreas de oportunidad en donde las reformas políticas, electorales y democráticas toman un papel significativo para que pueda seguir avanzando y construyéndose en una democracia más fuerte. Lo perfecto no existe al igual que las elecciones limpias, puras y transparentes como el agua. Pero lo que si existe es lo perfectible y nuestra democracia lo es, tenemos muchas áreas que pulir. Y nuestro papel como ciudadanos es exigir a nuestros servidores públicos que esas áreas de oportunidad sean analizadas y superadas para en un futuro evitar, o al menos en menor grado, pensar en la posibilidad de un fraude. Blindar el poder ciudadano hacia una mejor democracia. Seguirán apareciendo huecos o fallas y estás a su vez se deberán seguir corrigiendo. Así se construye un país. No podemos más que tomar a los que se aprovechan de los huecos que existen para mejorar nuestras leyes. Y a los que las rompen hacer que cumplan con las sanciones correspondientes. Eso es lo justo. Desacreditar una ley por imperfecta es inapropiado.
No es el fin del mundo señores aunque sea el 2012. México no se acaba porque llegue el PRI a la presidencia. Las instituciones aunque deficientes están mejor paradas para defender un sistema democrático y evitar el regreso a un gobierno autoritario. El PRD y la izquierda están muy bien posicionadas y jugarán un papel importante en esta legislación. AMLO está en derecho, y obligación, de impugnar hasta que se resuelvan todas las anomalías que hay. Pero de no obtener el puntaje necesario para revertir la virtual victoria de Peña Nieto deberá aceptar la derrota con dignidad. Desconocer las elecciones e instituciones así como tomar las mismas acciones que AMLO hizo en el 2006 sería un costo muy grave no solo para él sino para su partido. Aceptar un derrota digna ante una victoria sucia no es debilidad, injusticia o conformismo es inteligencia y estrategia. Esto es política. Se pierde una batalla no la guerra. Hay que pensar en el futuro. El 2018 ya empezó desde hoy, hoy, hoy.

Alex García
@al_xpreso