viernes, 16 de julio de 2010

LA LUNA EN EL BAÚL

I

En los años antes de que los hombres perdieran la lengua de la madre tierra, un joven pescador en búsqueda de buena fortuna y una vida cómoda encontró un inmenso valle lleno de riquezas brindadas por el señor sol. Los árboles eran altos, frondosos y sus hojas brillaban como esmeraldas; en las playas cercanas las arenas brillaban como polvo dorado, sus aguas eran cristalinas y reflejaban en ellas el azul turqueza del cielo. Desde el pétalo de una flor, las escamas de los peces, las plumas de las aves; cada objeto parecia una verdadera joya donde los hombres depositaban su asombro.

Por las mañanas el señor sol brindaba generosamente sus rayos dorados impregnando todo de un brillo rejuvenecedor. Hombres y mujeres salian a pescar o recolectar frutos en el bosque, mientras los niños disfrutaban jugando desnudos en la arena bañandose de oro. El joven pescador pensó haber encontrado un hogar donde echar sus redes al mar.

Poco tiempo le bastó para darse cuenta del modo de vida de su nueva familia y adaptarse a sus hábitos. Aunque sus destrezas le valieron hacerse pasar como parte del clan, era al llegar la noche donde se notaban los tonos discordantes de su raza extranjera. Con la caida del manto negro, el brillo de las cosas se desvanecía lentamente hasta desaparecer por completo. Los hombres viriles perdían su esplendor, la abundancia de su gula o la fortaleza de sus músculos mutaba en flaqueza y falta de coraje. Las mujeres también a su vez perdían su feminidad, sus encantos místicos eran reducidos a un acertijo mal resuelto, sus muslos fecundos y sus pechos de ninfas bajaban como flores marchitas o se contraían como frutos secos, su carácter dócil cambiaba por uno débil apenas diferenciable al del hombre. Los niños parecían mas bien bestias, cachorros de perros sin domesticar. Igualmente lo llamativo de todas las cosas se reducía a un estado mas bien moribundo e indiferente. Las miradas de todos se encauzaban en lo que agonizaba mas lento al llamado del ocaso. Hasta que la total falta de resplandor terminó por hacer dormitar todas estas almas. Por las mañanas con la visita del sol, eran cautivados nuevamente por los obsequios celestiales de oro y joyas como espíritus virginales que tocan el éxtasis por primera vez.

El joven pescador estático a lo que acontecía no dormitaba por la falta de luz, el sueño en el que caía el valle le parecía igualmente seductor. Nació una gran excitación para explorar este nuevo universo pero palideció al encontrarse solo, ya que los otros no consideraban riquezas las fuentes nocturnas o carecían de valor, es más, ni siquiera existían. Descubrió como el brillo era el único motor de la vida de estas almas y la suya cayó en tristeza. Sus suspiros eran sútiles que fácilmente podían camuflagearse entre el nuevo surtido de rayos matutinos. Pero sus ojos que se perdían en la nada, esa mirada que solo la posee un soñador lo delató ante Pardo, lider de la comunidad, un hombre robusto con una gran parsimonia por la vida.

-Nuestra naturaleza es sencilla -dijo Pardo- somos hijos del sol, ciervos fieles de la luz. Nos maravillan las riquezas que nuestro amo nos brinda. No buscamos nada mas allá de lo que su dorada mano ilumine, porque realmente no nos interesa y no necesitamos nada mas para nuestra felicidad. Nuestra vida es un ciclo que acaba con el ocaso para renacer con el alba. Aquí yace la utopía, el paraiso eterno, el hedonismo perfecto, quien nace aquí nada le faltará, tendrá buena vida y buena muerte. Pero para ti mi buen amigo, naciste con un alma especial, un espíritu intrépido con ojos de filósofo y corazón de poeta. Tienes un don que te invita a perderte en la inmensidad del mar, te aportará grandes satisfacciones incluso mas grandes de las que aquí encuentras pero tambien grandes desdichas, será tu propio faro y tu propio látigo. Tu verás bellezas donde ninguno de nosotros lo imaginamos. No dejes mas que tu tiempo suspire porque tu alma se ahogará insatisfecha, te ha llegado la hora de partir en búsqueda de mas.

Pardo le indicó el camino hacia quien sería su guía a partir de ahora y le bendijo su destino. Cruzó camino hacia el norte del valle por el paso del río donde se bifurcaba y daba acceso a una laguna. Espero a la noche para recorrerla en una canoa porque el señor sol puede ser algo celoso de quien recorre sus terrenos. Ahí en la misma laguna se encontró con su majestad, la señora luna.

The Dandy Alex.