martes, 28 de abril de 2009

EL INFIERNO VI


Sea pues una compadecencia a su agonía. Que en su destierro recupere cordura y razón sobre sus acciones, que el exilio le de fuerzas para comprender que hay objetos fuera de su alcance, que con amar no basta para que te amen; y que terco como piedra, se desgaste con el tiempo en lágrimas, que llore tanto que las fuertes lluvias que lo vieron partir se queden secas ante sus ojos.

Dió poder, sin dar riquezas se sometió a la voluntad de alguien mas y aún así fue rechazado. Por ende este individuo sin capacidad de decisión sobre su propia existencia, un mero objeto inútil y sin uso mas que por quien ya no lo requiere, sea puesto a disposición de aquellos a quienes les interese y en los que todavía hay esperanza, aquellos que aun pueden ser salvados de caer en su mismo desdichado destino, que sea exhibido como un mero objeto didáctico y aunque algo devaluado puedan encontrar un ejemplo de vida, un ejemplo de como no hay que vivir. Que puedan hallar sentido en sus vidas a través de su mal camino. Su vida fue un chiste, una comedia, una pésima novela. Y él, un actor muy malo. Sus pensamientos inútiles y torpes lo llevaron a su fracaso y como todo soñador tuvo destinada la decepción. Sus sentimientos lo torturaron continuamente, lo pusieron en el umbral entre el placer y el dolor, viviendo en una agonía incapaz de no provocar lástima. Lamentablemente no podemos arrancarle su corazón, de nada sirve, pues la distancia no pone alivio de por medio, solo lo azota mas al muy imbécil masoquista. Pero podemos quitarle esas fantasías estúpidas. ¡Que le corten la cabeza!

Sería muy fácil pues la muerte no le provoca, y es que cuando uno se apasiona tanto la muerte no le hace competencia. Suficiente tortura ha recibido ya para que perder lo poco de vida que tiene le resulte insignificante y a nosotros inútil. Es menester encontrarle una condena, un final. Y a falta de poder beneficiarse a si mismo que sea en beneficio de los demás. Denle oficio entonces, una misión. Que de sus llagas surja el incentivo para encontrar la cura al mal de amor, que alivie las heridas y el dolor de la humanidad, que de la crueldad de darle la felicidad a los demás nazca la fuerza para salir de su mismo infierno o termine por darse suicidio, lo que suceda primero. Y así ponerle fin a su miseria y alivio a aquellos que hemos tenido que soportarle su existencia.


Lex

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